Uno de los aspectos que más preocupa, cuando diseñamos un edificio, es la condición de inflamabilidad que tenga, es decir, el grado de protección que tendrán sus elementos respecto a un incendio, producido por la generación accidental de fuego, por un cortocircuito, o por la combustión instantánea de algunos gases y/o combustibles.
El fuego es un enemigo real, que puede provocar daños materiales de gran cuantía, y, lo que es peor, daños personales irreversibles. Para protegernos de él, hay dos tipos de protecciones: las activas y las pasivas. Las activas son aquellas que se ponen en marcha cuando el fuego está en avanzado estado de acción, y pueden ser automáticas, como los aspersores, o manuales, como los extintores.
Sin embargo, la mejor actuación contra la propagación del fuego es la protección pasiva: aquella en la que se incentivan los elementos no propagadores de la llama, los incombustibles, que no permiten la continuidad del incendio y que retardan al máximo su propagación.
El corcho proyectado es un material prácticamente incombustible, que cumple con la UNE-EN ISO 4589-2, la de determinación de comportamiento frente al fuego mediante el índice de oxígeno, ensayo a temperatura ambiente.
El corcho no genera humo tóxico, lo cuál es una virtud de gran valía, debido principalmente a que en un incendio la mayor mortandad no se debe a la producción de quemaduras directas, la mayor mortandad viene debido a la inhalación de este humo. Además, el corcho no libera partículas si le aplicamos llama directa, y, como se ha dicho, es un retardador fantástico de la propagación.
La aplicación del corcho proyectado no previene la generación del incendio, hasta ahí no llega, obviamente, pero, utilizándolo en nuestros paramentos verticales y horizontales, su aplicación evitará la transmisión de la llama, o retardará su propagación, dándonos tiempo para ponernos a salvo, incluso el suficiente para poder extinguirlo. Sea como fuere, el corcho proyectado no sólo demuestra ser un aliado en la búsqueda de la sostenibilidad, también lo es en la protección de nuestros inmuebles, y, por ende, de nuestras vidas.